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Oh Dios, tú me has enseñado desde mi juventud; hasta ahora he manifestado tus maravillas.
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Aun en la vejez y en las canas no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir,
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y tu justicia, oh Dios, hasta lo sumo. Porque has hecho grandes cosas. ¡Oh Dios, quién como tú!
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Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida y de nuevo me levantarás desde los abismos de la tierra.
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