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No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se acabe.
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Porque mis enemigos han hablado contra mí, y los que acechan mi vida consultan unidos
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diciendo: “Dios lo ha abandonado. Persíganlo y captúrenlo, porque no hay quien lo libre”.
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Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, apresúrate a socorrerme.
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Sean avergonzados y desfallezcan los adversarios de mi alma. Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal.
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