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No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se acabe.
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Porque mis enemigos han hablado contra mí, y los que acechan mi vida consultan unidos
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diciendo: “Dios lo ha abandonado. Persíganlo y captúrenlo, porque no hay quien lo libre”.
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Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, apresúrate a socorrerme.
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Sean avergonzados y desfallezcan los adversarios de mi alma. Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal.
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Pero yo siempre esperaré; te alabaré más y más.
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Mi boca proclamará tu justicia y tu salvación todo el día, aunque no sepa enumerarlas.
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Celebraré los poderosos hechos del SEÑOR Dios; haré memoria de tu justicia, que es solo tuya.
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Oh Dios, tú me has enseñado desde mi juventud; hasta ahora he manifestado tus maravillas.
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Aun en la vejez y en las canas no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir,
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