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hasta que, venido al santuario de Dios, comprendí el destino final de ellos:
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Ciertamente los has puesto en deslizaderos y los harás caer en la decepción.
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¡Cómo han sido desolados de repente! Se acabaron; fueron consumidos por el terror.
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Como al despertar del sueño, así, Señor, al levantarte despreciarás sus apariencias.
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De veras se amargaba mi corazón y en mi interior sentía punzadas.
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Pues yo era ignorante y no entendía; yo era como un animal delante de ti.
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Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha.
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Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria.
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¿A quién tengo yo en los cielos? Aparte de ti nada deseo en la tierra.
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Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre.
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Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; pues tú destruirás a todo aquel que se prostituye apartándose de ti.
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En cuanto a mí, la cercanía de Dios constituye el bien. En el SEÑOR Dios he puesto mi refugio para contar todas tus obras.
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