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Al Señor busco en el día de mi angustia. Sin cesar extiendo a él mis manos en la noche; mi alma rehúsa el consuelo.
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Me acuerdo de Dios y gimo; medito y mi espíritu desfallece. Selah
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Tú retienes los párpados de mis ojos; estoy turbado y no puedo hablar.
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Considero los días de antaño, los años antiguos.
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Recuerdo mi canto en la noche. Medito en mi corazón y mi espíritu investiga.
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¿Acaso nos desechará el Señor para siempre? ¿Ya no volverá a ser propicio?
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¿Se ha agotado para siempre su misericordia? ¿Se han acabado sus promesas por generación y generación?
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¿Se ha olvidado de ser clemente? ¿En su ira ha cerrado su compasión? Selah
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Y pienso: Mi tristeza es que haya cambio en la diestra del Altísimo.
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Me acuerdo de las obras del SEÑOR; sí, me acuerdo de tus maravillas del pasado.
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Medito en todos tus hechos, y reflexiono en tus actos.
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Oh Dios, santo es tu camino. ¿Qué Dios es grande como nuestro Dios?
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Tú eres un Dios que hace maravillas; has hecho conocer tu poder entre los pueblos.
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Con tu brazo has redimido a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Selah
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Las aguas te vieron, oh Dios; las aguas te vieron y temblaron. Se estremecieron los abismos.
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Los nubarrones vertieron sus aguas, tronaron las nubes, también se desplazaron tus rayos.
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El tronar de tu voz estaba en el torbellino; los relámpagos alumbraron al mundo; la tierra se estremeció y tembló.
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Tu camino estaba en el mar, y tu sendero en las caudalosas aguas. Pero tus huellas nadie las pudo conocer.