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Levantó en el cielo el viento del oriente, y trajo el viento del sur con su poder.
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Así hizo llover sobre ellos carne como polvo, aves aladas como la arena del mar.
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Las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas.
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Comieron hasta hartarse; les dio satisfacción a su apetito.
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Pero cuando no habían colmado su apetito, estando la comida aún en su boca,
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descendió sobre ellos la ira de Dios y mató a los más distinguidos de ellos; derribó a los escogidos de Israel.
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Con todo, siguieron pecando y no dieron crédito a sus maravillas.
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Por eso los consumió en la vanidad, y consumió sus años con pánico.
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Cuando los hacía morir entonces buscaban a Dios, y, solícitos, volvían a acercarse a él.
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Se acordaron de que Dios es su Roca; de que el Dios Altísimo es su Redentor.
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Pero le halagaban con la boca, y con su lengua le mentían.
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Pues sus corazones no eran firmes para con él, ni eran fieles con su pacto.