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Abandonó el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres.
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Entregó su poderío a la cautividad, y su gloria en manos del enemigo.
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También entregó su pueblo a la espada; se airó contra su posesión.
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El fuego devoró a sus jóvenes; sus vírgenes no fueron alabadas.
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Sus sacerdotes cayeron a espada, y sus viudas no hicieron lamentación.
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Entonces se despertó el Señor, a la manera del que duerme, como un guerrero que grita dominado por el vino.
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