-
Haces que el hombre vuelva al polvo. Dices: “¡Retornen, oh hijos del hombre!”.
-
Pues mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó. Son como una de las vigilias de la noche.
-
Los arrasas; son como un sueño: En la mañana son como la hierba que crece;
-
en la mañana brota y crece, y al atardecer se marchita y se seca.
-
Porque con tu furor somos consumidos y con tu ira somos turbados.
-
Has puesto nuestras maldades delante de ti; nuestros secretos están ante la luz de tu rostro.
-
Pues todos nuestros días pasan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un suspiro.
-
Los días de nuestra vida son setenta años; y en los más robustos, ochenta años. La mayor parte de ellos es duro trabajo y vanidad; pronto pasan, y volamos.
-
¿Quién conoce el poder de tu ira y de tu indignación, como debes ser temido?
-
Enséñanos a contar nuestros días de tal manera que traigamos al corazón sabiduría.
-
¡Vuelve, oh SEÑOR! ¿Hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
-
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.
-
Alégranos conforme a los días de nuestra aflicción y a los años en que hemos visto el mal.
-
Sea manifestada tu obra a tus siervos y tu esplendor sobre sus hijos.
-
Sea sobre nosotros la gracia del SEÑOR nuestro Dios. La obra de nuestras manos confirma entre nosotros; sí, confirma la obra de nuestras manos.