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Ciertamente me has alegrado, oh SEÑOR, con tus hechos; grito de gozo por las obras de tus manos.
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¡Cuán grandes son tus obras, oh SEÑOR! Muy profundos son tus pensamientos.
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El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto:
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que los impíos brotan como la hierba, y que todos los que hacen iniquidad florecen para ser destruidos para siempre.
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Pero tú, oh SEÑOR, para siempre eres el Altísimo.
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Porque he aquí tus enemigos, oh SEÑOR; porque he aquí, tus enemigos perecerán. Serán dispersados todos los que hacen iniquidad.
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Pero tú enaltecerás mi poder como el de un toro salvaje, y sobre mí verterás aceite fresco.
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Mis ojos mirarán sobre mis enemigos; mis oídos oirán de los malhechores que se levantaron contra mí.
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El justo florecerá como la palmera; crecerá alto como el cedro en el Líbano.
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Plantados estarán en la casa del SEÑOR; florecerán en los atrios de nuestro Dios.
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Aun en la vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos
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para anunciar que el SEÑOR, mi roca, es recto y que en él no hay injusticia.