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Entiendan, torpes del pueblo; ustedes, necios, ¿cuándo serán entendidos?
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El que puso el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?
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El que disciplina a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre el saber?
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El SEÑOR conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.
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Bienaventurado el hombre a quien tú, oh SEÑOR, disciplinas y lo instruyes sobre la base de tu ley
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para darle tranquilidad en los días de la desgracia; en tanto que para los impíos se cava una fosa.
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