Explicación, estudio y comentario bíblico de Santiago 1:1-59 verso por verso
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la dispersión: Saludos.
Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas
sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia.
Pero que la paciencia tenga su obra completa para que sean completos y cabales, no quedando atrás en nada.
Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídala a Dios — quien da a todos con liberalidad y sin reprochar — y le será dada.
Pero pida con fe, no dudando nada. Porque el que duda es semejante a una ola del mar movida por el viento y echada de un lado a otro.
No piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor.
El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos.
El hermano de humilde condición, gloríese en su exaltación;
pero el rico, en su humillación porque él pasará como la flor de la hierba.
Pues se levanta el sol con su calor y seca la hierba, cuya flor se cae, y su bella apariencia se desvanece. De igual manera también se marchitará el rico en medio de sus negocios.
Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman.
Nadie diga cuando sea tentado: “Soy tentado por Dios” porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie.
Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión.
Luego esa pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte.
Mis amados hermanos, no se engañen:
Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces en quien no hay cambio ni sombra de variación.
Por su propia voluntad, él nos hizo nacer por la palabra de verdad para que fuéramos como primicias de sus criaturas.
Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira
porque la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios.
Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, reciban con mansedumbre la palabra implantada la cual puede salvar su vida.
Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos.
Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, este es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo.
Se mira a sí mismo y se marcha, y en seguida olvida cómo era.
Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y persevera en ella sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.
Si alguien parece ser religioso y no refrena su lengua sino que engaña a su corazón, la religión del tal es vana.
La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es esta: cuidar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo.