Y vosotros estáis envanecidos, y no os habéis enlutado más bien, para que sea quitado de en medio de vosotros el que ha hecho esta obra.

El apóstol abre aquí una nueva sección de su carta, en la que trata algunas cuestiones de moral social. El asunto de la lucha partidaria en Corinto le había sido informado por ciertos testigos, pero el monstruoso caso del que ahora trata brevemente es notorio, es un escándalo común, se está difundiendo dondequiera que se menciona el nombre de Corinto: En realidad, la fornicación es oído hablar entre vosotros. No se trataba de un informe vago, sino de un hecho confirmado, indudable, generalmente, en todas partes hablado y contado con horror.

Porque era una forma de fornicación, de impureza sexual, que aun entre los gentiles no se conocía, a saber, que el hombre tuviera por mujer a su madrastra. Ver Deuteronomio 22:30 . Este era un grado de parentesco que estaba prohibido en todas partes, incluso los paganos respecto a la reverencia debida a la esposa del padre, aparte de todas las leyes de la naturaleza.

Pero el miembro culpable de la congregación de Corinto, como tantos cristianos carnales desde sus días, probablemente pensó que la libertad cristiana consistía en hacer lo que quisiera y así cambió la libertad por libertinaje. Esa era la situación, esa era la abominación de la inmundicia que se encontraba en medio de la congregación de Corinto. Hace que el apóstol pregunte: ¿Y vosotros estáis hinchados? Bajo estas circunstancias, ¿aún es posible que algunos de sus miembros se jacten y se jacten y actúen como si estuvieran más allá de la instrucción? De común acuerdo deberían haberse humillado a causa de este escándalo inaudito, en lugar de fomentar el espíritu de partido.

¿Y no os habéis lamentado, estallado en dolor, con el resultado de que el que perpetró este hecho debería ser quitado de en medio de vosotros? Estaban tan ocupados con su brillantez intelectual imaginaria, con su falso entusiasmo religioso, que no se tomaron el tiempo para investigar el daño que estaba causando a su congregación esta ofensa constante de su compañero. Probablemente se encogieron de hombros y decidieron ignorar el desagradable asunto, creyendo, como muchos cristianos de nuestros días, que el asunto realmente no tenía mucha importancia; no consideraron el incesto entre ellos un insulto a la Iglesia de Cristo, una profanación del templo de Dios.

¡Fue un incidente desafortunado, pero enteramente asunto del hombre! Pablo, sin embargo, les inculca la conciencia de la responsabilidad, que no pueden permitir que continúe tal profanación; deben ser incitados a la acción. Porque el pecador debe interrumpir su escándalo público o debe ser expulsado de entre ellos; ya no puede ser considerado miembro de la congregación. Nota: El asunto de la disciplina de la iglesia es lamentablemente descuidado en muchas partes de la Iglesia.

Pero las congregaciones y los miembros individuales nunca deben olvidar: si el amor por el alma inmortal de su prójimo no los induce a hacer todos los esfuerzos en su favor, incluso hasta la expulsión de entre ellos, entonces la reverencia por el nombre que llevan, y que no se atreven deshonra con impunidad, debe influenciarlos seriamente para que asuman el asunto de la disciplina apropiada de la iglesia.

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