Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Cuando Jesús se refirió a la cercanía de la gran revelación de los dones del Espíritu, los discípulos, cuyas esperanzas de algún tipo de reino temporal bajo el liderazgo de Cristo habían sido reveladas desde Su resurrección, pensaron que se refería a esta dichosa consumación de sus esperanzas. . Por lo tanto, los que se habían reunido, muy probablemente en Jerusalén, hicieron la pregunta al Señor: ¿En este tiempo restaurarás el reino a Israel? Sus mentes habían vuelto por completo al entendimiento terrenal y carnal.

Entendieron las profecías de antaño, así como las promesas del Señor de la restauración del reino de Israel, que se cumplirá mediante la aniquilación total de los enemigos de Dios y la victoria completa de los judíos. Sus pensamientos necios no fueron disipados efectivamente hasta que el Espíritu de Pentecostés fue derramado sobre ellos. Aunque la pregunta de los discípulos había sido formulada con toda sinceridad y sobriedad, argumentaba una notable falta de comprensión adecuada después de toda la paciente enseñanza de Jesús.

Su respuesta, por lo tanto, en cierto modo es un reproche. Pues los remite al verdadero reino mesiánico, al futuro Reino de Gloria, que verá la plena revelación de la majestad de Cristo ante los ojos de todos los hombres, muy consoladora para los que han de participar de esta bienaventuranza con su Redentor. Jesús aquí guarda la prerrogativa real, los derechos exclusivos del Padre. No es asunto de los discípulos conocer los tiempos y las sazones, críticas y otras, que están controladas por la autoridad y el poder exclusivos del Padre.

Ese momento más crítico y sobre todo la hora, que decidirá el destino de la humanidad, no es de ellos para investigar. Nota: Todo lo que atañe a la revelación de la majestad de Dios no debe ser motivo de ansiedad para los cristianos: tanto el gobierno del mundo y de la Iglesia como la revelación de la gloria futura están en Sus manos, para ser reveladas en Su tiempo. Jesús recuerda más bien a los apóstoles que recibirán, se les dará poder, fuerza, que deberán ejercer y desplegar en los grandes deberes de su vocación.

Este poder les sería impartido cuando el Espíritu Santo descendiera sobre ellos. El poder de ser testigos efectivos de Cristo evidentemente se refiere. Llenos de esta fuerza de lo alto, los discípulos debían dar testimonio, debían contar lo que habían visto y oído de Cristo, cuyo mensaje debían proclamar y quién debía ser el contenido de su mensaje. Su obra debía comenzar en Jerusalén, pero no se limitaría a esa ciudad.

En círculos cada vez más amplios, su influencia debe extenderse, en virtud del poder que les ha sido dado por medio del Espíritu Santo, por toda Judea, Samaria y hasta el fin del mundo. No hay límite ni límite para el Evangelio de Jesucristo. Nota: Los creyentes hasta el día de hoy tienen el mismo llamado y la misma promesa, pero también deben observar el mismo mandato, para ser testigos de Cristo, de Su salvación, hasta lo último de la tierra.

Continua dopo la pubblicità
Continua dopo la pubblicità