mayormente porque sé que eres experto en todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo que te suplico que me escuches con paciencia.

Aunque Festo era el procurador de la provincia, cedió cortésmente a Agripa, como su invitado y como rey, el rango de oficial presidente. Y las palabras iniciales de Agripa muestran que fue igualmente cuidadoso al observar las exigencias de la cortesía, porque no habla en su propio nombre al dirigirse a Pablo, sino en tercera persona: Te es permitido hablar por ti mismo. Aquí con Paul se le dio la palabra y el privilegio de presentar su caso como mejor le pareciera.

Y Pablo, al abrir su discurso, empleó el gesto que se representa en tantas estatuas antiguas. Arrojando su capa, o manto, de su hombro derecho, para sujetarlo con seguridad con la mano izquierda, extendió su mano derecha en un gesto de llamar la atención. En su defensa se dirigió primero directamente al rey Agripa. Se consideró afortunado por el hecho de que estaba a punto de presentar su defensa ante este rey acerca de todas aquellas cosas de las que se le acusaba de los judíos.

No había rastro de timidez y de miedo en el aspecto de Paul. "Si hubiera tenido conciencia de su culpa, debería haber temido ser juzgado en presencia de alguien que conocía todos los hechos; pero esto es una señal de una conciencia limpia, para no rehuir a un juez que tiene un conocimiento exacto de las circunstancias, pero aun para regocijarse y llamarse feliz ". (Crisóstomo.) Y Pablo se regocijó tanto más cuanto que sabía que Agripa, habiendo estado a cargo del gobierno del Templo durante muchos años, estaba bien versado en todas las costumbres, el los usos, así como las preguntas, las discusiones teóricas que prevalecían entre los judíos en todas partes.

Agripa, como todos los idumeos desde la época de Herodes el Grande, había sido educado en la fe judía, y por esa razón se le había encomendado la supervisión de los asuntos religiosos en Jerusalén, aunque por lo demás la ciudad estaba bajo el procurador romano. Por eso Pablo le pidió al rey que lo escuchara pacientemente, con toda magnanimidad. La forma en que Pablo se dirigió no fue de servilismo adulador, sino que fue la expresión de un placer genuino, debido en parte probablemente a la esperanza de ganar a Agripa para la causa de Cristo. El discurso de los cristianos debe en todo momento estar calculado, si no para ganar directamente adeptos para Cristo, al menos para no dañar su causa de ninguna manera.

Primeros años de vida y creencias de Pablo:

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