y ha visto en visión a un varón llamado Ananías que entraba y le ponía la mano encima para que recobrara la vista.

Cierto discípulo había en Damasco, uno de aquellos cuya vida y libertad Saulo había salido a buscar. Su nombre era Ananías ("Jehová es misericordioso"), más apropiado en este caso que en el de su homónimo, cap. 5. No se puede determinar si era un presbítero de la congregación de Damasco, como han sugerido algunos comentaristas. A él se le apareció el Señor en una visión, ya sea en un sueño de noche o en un estado de éxtasis de día, no se dice, y lo llamó por su nombre.

Ananías, en obediencia inmediata, manifestó su prontitud para escuchar el mandato del Señor, pues reconoció en el orador a su Señor, Jesucristo, la Cabeza de Su Iglesia. Y el Señor le dio de inmediato las instrucciones necesarias y explícitas. Debía levantarse y proceder a la calle que llevaba el nombre de Recta, conspicua aún hoy en una ciudad llena de calles torcidas y curvas, por tener sólo unos pocos ángulos leves en la longitud de una milla.

Corre hacia el oeste desde la puerta este hasta el corazón de la ciudad. En esta calle vivía un hombre llamado Judas, y en su casa Saúl había encontrado alojamiento. El Señor le había indicado a Saúl que fuera a la ciudad, donde le dirían lo que debía hacer. Durante tres días, el hombre herido, en total oscuridad, había esperado el mensaje prometido. A menudo es parte del plan específico de Dios poner inactividad sobre alguna persona, por enfermedad o por alguna otra aflicción.

En tal momento, el corazón tiene suficiente oportunidad para una comunión ferviente y devota con Dios. La nueva vida espiritual de Saulo iba dando testimonio de su presencia en la oración; en la oración fue obteniendo fuerzas y paciencia para soportar hasta el fin la prueba del Señor. Y también se le había concedido una visión en la que había visto al mismo Ananías, a quien el Señor ahora le estaba hablando, venir a él y devolverle la vista por la imposición de manos. La visión le había sido concedida a Saulo en parte para darle la seguridad de la curación, en parte para hacerle ver la mano de Dios en todas las cosas que le sucedían.

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