porque yo le mostraré cuánto le es necesario sufrir por causa de mi nombre.

La obediencia de Ananías fue puesta a prueba por la comisión del Señor, cuando escuchó el nombre de Saulo de Tarso. Había oído de mucha gente acerca de este hombre, qué y cuántas y cuántas maldades había hecho a los santos del Señor en Jerusalén. Nótese el nombre de honor "santos", que aquí se les da a los cristianos por primera vez, como tales que han sido limpiados y santificados por la sangre de Jesús.

Son Sus santos, comprados y ganados por Él para los Suyos; Él es su Redentor y su Dios. Ananías también tenía el conocimiento definitivo de que Saulo aquí en Damasco tenía autoridad y poder del sumo sacerdote en Jerusalén para atar y así arrestar a todos aquellos que invocaban el nombre de Jesús como su Señor y Salvador. Aquí hay otra descripción honrosa de los creyentes que también los caracteriza exactamente.

Ponen su confianza total y completa en su Salvador, un hecho que muestran al invocarlo. Pero el Señor silenció rápidamente la objeción de Su siervo repitiendo Su mandato: ¡Ve! Y quitó todos los temores aprensivos de Ananías diciéndole que Saúl iba a ser un vaso de Su elección, un vaso en el cual, por así decirlo, las riquezas de la misericordia de Dios serían preservadas para el uso de muchos.

Porque en este vaso escogido, Saulo de Tarso, Dios había determinado que Su nombre fuera llevado ante los Gentiles y ante los reyes y ante los hijos de Israel. El nombre del Señor Jesucristo es como una joya preciosa, para cuyo uso Él seleccionó y preparó un cofre apropiado. Ya se indicaba aquí la misión especial del hombre que después se convirtió en apóstol del Señor. Su obra principal era estar entre los gentiles, entre los que no eran hijos de Abraham según la carne.

Pero también debía testificar ante reyes y gobernantes, como los gobernadores de Chipre, de Acaya, de Judea. Y por último, su obra fue incluir a sus hermanos según la carne. Aquí el Señor abrió de par en par la puerta del futuro ante los ojos de Ananías, a fin de obrar en él la debida disposición para ejecutar la comisión. Pero no sólo al dar testimonio del Señor, este Saulo sería un vaso apropiado y escogido del Señor, sino que Jesús también tenía la intención de dejarlo experimentar el sufrimiento por causa de Su nombre.

Estos sufrimientos vendrían sobre él como parte de la obligación del vaso del Señor. Ya no traerá sufrimientos a otros, sino que doblará su espalda voluntariamente a la carga que el Señor sabía que era la medida de su fuerza. Ese es el privilegio de los creyentes hasta el día de hoy, tanto confesar el nombre del Señor como soportar el oprobio de Cristo.

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