Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; o créanme por las mismas obras.

La declaración de Felipe, pidiendo que se le mostrara al Padre, para que pudiera verlo con los ojos de su cuerpo, mostraba tanta densidad espiritual y ceguera como la de Tomás. Sus palabras implican que tal demostración sería todo lo necesario para establecer su fe para siempre. Jesús hace su reprensión muy suave, pero repite, en sustancia, los argumentos que había usado en el caso de los judíos incrédulos.

Durante mucho tiempo Jesús había estado con los discípulos y, sin embargo, Felipe no había obtenido el conocimiento adecuado y completo de Él. La manifestación que deseaba Felipe se había hecho desde el tiempo que llevaba en compañía de Jesús, porque ver a Cristo en la fe es lo mismo que ver al Padre. Fue motivo de sorpresa y pesar para Jesús que Felipe necesitara que se le dijera esta gran verdad una vez más, para corregir su tonta noción de una demostración física y sensible del Padre.

En el tono de amonestación íntima y amorosa que usó Jesús a lo largo de los últimos discursos, continúa su instrucción. Si hubiera planteado directamente la pregunta de si los discípulos creían que Él estaba en el Padre y el Padre en Él, la respuesta de Felipe sin duda habría sido positiva. Felipe, por tanto, debe considerar que las palabras de Cristo no son suyas, así como sus obras no son suyas, no se realizan separadamente del Padre.

El Padre es y permanece en Él desde la eternidad hasta la eternidad. Jesús es el Hijo eterno, el Logos eterno. El que ve, oye, se aferra, el hombre Jesucristo ve, oye y se aferra a Dios Padre. La esencia del Padre y del Hijo es la misma, idéntica. Lo que este hombre Jesús habla con Sus labios humanos, ese es el hablar, la voz de Dios. Y el que se niega a creer las palabras tiene el testimonio adicional e incuestionable de las obras, los grandes milagros.

La omnipotencia de Dios se reveló al hombre en la persona de Jesucristo. Todo cristiano que lee y estudia correctamente su Biblia y escucha la predicación del Evangelio, escucha y ve a Dios mismo, es testigo de los grandes milagros. La creencia en el Hijo es idéntica a la creencia en el Padre. No se puede dudar del hecho de la unión entre el Padre y el Hijo, la manera nunca se puede explicar adecuadamente.

Jesús repite ante sus discípulos lo que tiempo antes les había dicho a los judíos incrédulos, para grabarlo en sus mentes, cap. 10:38. A causa de sus obras, que son evidentemente divinas, deberían creer, si se negaran a creer en sus meras palabras.

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