Commento popolare di Kretzmann
Giovanni 14:23
Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
No solamente el tener, sino el guardar los mandamientos de Cristo es una evidencia y prueba de fe. Porque el amor de Cristo, que brota de la fe, es un principio que induce a la obediencia. Debe haber evidencia y expresión de fe al observar los mandamientos de Cristo en vida. Pero donde una persona se encuentra con tales pruebas de la fe de su corazón, recibirá una maravillosa prueba y manifestación del amor del Padre y del Hijo.
El amor del Padre reposará y se le comunicará a tal persona. Y Jesús mismo mostrará la grandeza de su amor al aparecer y manifestarse al creyente como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Esta es una promesa muy reconfortante. Porque un creyente no siempre vive y se mueve en emociones bienaventuradas, sino que más o menos a menudo está preocupado por dudas acerca de Su salvación y otros asuntos pertenecientes a Su vida cristiana.
En tales casos, sin embargo, debe aferrarse firmemente a la Palabra y sus promesas, continuar su obra por Cristo con vigor inquebrantable y saber que Cristo es su Salvador a pesar de todos los ataques. Judas Jacobi aquí interrumpió al Maestro. Había entendido tanto de la exposición de Jesús que la esperanza de los discípulos de un reino mesiánico temporal no se realizaría. Quería saber ahora por qué Cristo pretendía manifestarse sólo a sus creyentes, y no al mundo entero, tal vez en la forma de un héroe conquistador.
Judas (Lobbies o Thaddeus) siempre había sostenido esa opinión con respecto a la gloria mesiánica de que tendría la naturaleza de una gran demostración, con mucho despliegue de poder temporal. No podía entender qué había llevado a Jesús a determinarlo de otra manera. Una vez más Jesús, por tanto, explica pacientemente. Es imposible que Él se revele al mundo, porque el mundo lo rechaza a Él ya Su Palabra.
Pero si algún hombre, lleno de verdadera fe hacia Él, ahora también muestra su fe en el amor, la prueba se encontrará en el hecho de que guarda Su Palabra, que se aferra al Evangelio de la gracia y la misericordia. A él vendrán Jesús y el Padre, en él harán Su morada, por medio del Espíritu; sus compañeros de casa y de mesa serán para siempre. Ese es el misterio y la belleza de la unión mística. El Dios Triuno mismo, personalmente, vive en los corazones de los creyentes, no solo con alguna manifestación de Su poder y fuerza, sino con Su verdadera esencia.
No es necesario que el cristiano suspire de anhelo por la unión con el Dios Triuno en el cielo, porque Su trono también está aquí en la tierra, dondequiera que se predique su Palabra y Él entre en el corazón de los creyentes. Ese es un misterio bendito y un hecho glorioso.