Si guardáis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Diez veces en estos diez versículos se enfatiza la necesidad de permanecer en Cristo, la necesidad de aferrarse firmemente al Salvador por amor. Tanto depende de ese hecho que cada creyente, habiendo sido implantado una vez en la Vid verdadera, mantenga su estrecha conexión. Porque si alguno no permanece en Cristo, las consecuencias son desastrosas. Él es arrojado como una rama inútil, porque está seco. No puede haber madera muerta en la viña de la Iglesia de Dios; así que todas las ramas muertas se amontonan en un montón y se echan al fuego, y arde.

De acuerdo con el uso común en tales casos, hay destrucción inevitable y completa de las ramas muertas. Toda persona que no permanece en Cristo, después de haber obtenido una vez el conocimiento salvador, se convierte en miembro muerto. Corta su propio suministro de vida espiritual y poder. Y en cuanto al fruto real, las buenas obras reales, ya no puede realizarlas. Puede haber algo de apariencia y apariencia cristiana, pero la realidad de la virtud cristiana se pierde.

"Mientras la rama permanezca enraizada en el tallo o tronco y su savia y poder permanezcan en él, sus frutos deben ser y permanecer buenos, aunque de alguna manera puedan ser picados por un gusano o ser atacados por orugas u otras alimañas. Así también, si un hombre permanece en Cristo y recibe y retiene de Él energía y poder por la fe, que Jesús obra en él con Su poder y los dones del Espíritu Santo, entonces la debilidad restante, que es incitada por el diablo y esta naturaleza pecaminosa, no hará daño, sino que oponga tal debilidad con la continua batalla de la fe y barra tales alimañas.

Pero si renuncias a la doctrina de la fe o la subviertes y, dejando a Cristo, dependes de tu propia santidad, o vives públicamente en pecado y vergüenza, y sin embargo te glorías en el Evangelio y en el nombre cristiano, entonces sabrás que eres eres una rama falsa y no tienes parte en la vid, sino que, echada fuera y condenada con madera y frutos, perteneces al fuego del infierno eterno. “Pero a los que permanecen en Jesús, o, lo que es idéntico a esa condición, a los que permanecen en la Palabra del Señor, otro efecto benéfico y resultado de esa bendita intimidad es el oír la oración de Jesús y del Padre.

Por medio de Su enseñanza, de Su Evangelio, Jesús permanece en Sus discípulos, y por el poder de esa misma Palabra ellos son capacitados para dar frutos aceptables para Él. Pero esta misma relación también les enseña a orar de la manera adecuada. Porque las palabras: Puedes orar lo que quieras, no deben tomarse en un sentido absoluto, en el sentido de una elección arbitraria. La relación de los creyentes con Cristo excluye tal comprensión.

La oración de los cristianos se hará siempre en el camino del amor y de la Palabra de Dios, de acuerdo con la vida nueva que gobierna cada pensamiento y acción. Tales oraciones son la expresión de la intimidad entre Cristo y sus discípulos, y se escuchan como una cuestión de consecuencia natural. Porque por esta concesión de la oración, que brota de la íntima relación entre Cristo y los creyentes, el Padre es glorificado.

Y el resultado es un fortalecimiento de los lazos de amor, un aumento en la cantidad y en la calidad de las buenas obras, y una confirmación del discipulado. La obediencia de los cristianos no es una servidumbre irritante, sino una expresión alegre y gozosa de su amor. La misma medida de amor que el Padre tiene hacia el Hijo la tiene éste hacia los Suyos, y así la unión e intimidad es perfectísima, y ​​debe guardarse por todos los medios.

Toda persona que permanece en el amor que Cristo le tiene a él y al mundo entero está a salvo por ese amor. Pero esta permanencia se hace y se logra guardando y observando los mandamientos de Jesús; esto suena a la plena posesión y disfrute del amor de Cristo. Así como Cristo guardó la voluntad de su Padre y la llevó a la ejecución, así los cristianos naturalmente encontrarán su deleite en observar todos los mandamientos, todos los dichos de su Maestro, sobre todo el que se refiere a aferrarse a la Palabra del Evangelio como la única Palabra de salvación.

Esta permanencia en Cristo, en la Palabra del Evangelio, fidelidad en la confesión; es el resultado y obra de la gracia de Dios. El que comenzó la buena obra en nosotros al plantarnos en la Vid verdadera, Jesucristo, también la llevará a cabo hasta el gran día de la gloria.

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