Entonces, cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que hacía en Jerusalén en la fiesta; porque ellos también fueron a la fiesta.

Jesús se vio obligado por las fervientes oraciones de los samaritanos a pasar dos días en medio de ellos. Pero después de eso continuó Su viaje interrumpido. Quería llegar cuanto antes a Galilea, propósito que apoyó con un proverbio: Profeta en su patria no tiene honra. O bien se refirió a Judea, donde se encontraba su lugar de nacimiento, y donde había realizado su primera obra pública, pero donde los fariseos ya entonces mostraban cada día con más fuerza su actitud hostil; o tenía en mente a Galilea, porque allí estaba situada Nazaret, su ciudad natal, y había poco peligro de que fuera muy honrado y de ganar una popularidad que resultara en una colisión con los fariseos.

Pero su recepción en Galilea dejó poco que desear. Muchos galileos habían estado en la última fiesta de la Pascua y habían sido testigos de las cosas maravillosas que Jesús había hecho en ese momento, y estaban muy contentos de tener a este profeta entre ellos. Como dice un comentarista, lo recibieron a causa de su fama en Jerusalén, la metrópoli, que los puso a la moda en su estimación de los hombres y las cosas.

Pero no fue un anhelo por el Salvador de los pecadores lo que los impulsó en este momento, sino simplemente una curiosidad por ver y escuchar más de este gran compatriota suyo que se había atrevido a purgar el Templo en la misma presencia de los poderosos de la nación. .

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