Y aconteció que, cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.

La ofrenda de incienso fue la culminación del servicio matutino durante el cual Zacarías estuvo solo en el Lugar Santo. El pueblo siempre estaba temeroso de algún desastre que pudiera ocurrirle al sacerdote oficiante, que Dios pudiera matarlo como indigno y luego descargar Su ira sobre todo el pueblo; por eso se preocuparon por él. La conversación con el ángel había prolongado la estancia del sacerdote mucho más allá de la hora habitual de cierre, y su inquietante asombro por la demora iba en aumento.

Cuando finalmente salió del Lugar Santo y entró en el espacio abierto del atrio de los sacerdotes, cerca de los escalones que conducían a los otros atrios, no pudo hablarle al pueblo, no pudo pronunciar la bendición aarónica, que concluyó la servicio matutino. Zacharias había recibido pruebas positivas de que las credenciales de Gabriel estaban fuera de toda duda; el mutismo se había apoderado de él de inmediato. Pero por sus gestos y señales la gente intuyó o percibió, comprendió que algo insólito había ocurrido en el Templo, infirieron que había visto una especie de visión que lo había dejado sin palabras.

Pero aunque Zacarías había sido privado del poder del habla, sirvió el curso completo de su ministerio en el Templo, se quedó durante toda la semana, 2 Re 11:17 . Había otros servicios que no requerían el uso de la voz, y muchos ministerios en el Templo se entregaban a los que tenían defectos físicos menores. Pero al final de la semana volvió a su casa, a la ciudad de los sacerdotes donde tenía su morada.

Las palabras de un comentarista refiriéndose a la obra de los pastores en este sentido bien pueden extenderse para incluir a todos los cristianos, en la medida en que todos deberían estar comprometidos en la obra del Maestro. Escribe: "Hay algo muy instructivo en la conducta de este sacerdote; si no hubiera amado el servicio que estaba realizando, podría haber hecho de la pérdida de su habla un pretexto para abandonarlo inmediatamente.

Pero como no estaba por ello inhabilitado para cumplir la función sacerdotal, vio que estaba obligado a continuar hasta que terminara su ministerio, o hasta que Dios le hubiera "dado un despido positivo". Los predicadores que dejan su trabajo en la viña debido a algún desorden corporal insignificante que los aflige, o debido a algún inconveniente en circunstancias externas que el seguidor de un Señor crucificado que lleva la cruz no debería mencionar, muestran que nunca tuvieron una debida preocupación por el honor de su Maestro o por la salvación de los hombres, o bien que han perdido el espíritu de su Maestro y el espíritu de su obra.

Tampoco Zacarías se apresuró a su casa para contarle a su mujer la buena nueva que había recibido del cielo, en la cual ella ciertamente estaba muy interesada: el ángel le había prometido que todas sus palabras se cumplirían a su tiempo, y por eso temporada esperó pacientemente en el camino del deber. Se había comprometido en la obra del Señor y no debía prestar atención a nada que pudiera estropear o interrumpir su servicio religioso. Los predicadores que profesan ser llamados por Dios para trabajar en la Palabra y la doctrina y que abandonan su trabajo por el bien de ganancias indecentes son los más despreciables de los mortales y traidores a su Dios".

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