Y bienaventurada la que creyó; porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.

En aquellos mismos días María se dispuso a visitar a su pariente, pues la noticia del ángel la había llenado de alegría. No perdió tiempo en subir al país montañoso de Judea, donde estaba situada la ciudad de los sacerdotes en la que vivía Zacarías con su esposa Isabel. Nótese la expresión "con prisa". "Rápidamente; como una doncella casta, fina, pura, que no dejaba reposar su pie. Tal doncella o mujer es aquella que agarra una cosa y la trae".

También hay mujeres perezosas, perezosas, entrometidas, que descuidan todo en la casa, duermen y permiten que se haga daño, sólo piensan en comer, sólo hacen daño. Pero de María dice el evangelista que ella era vigorosa y no buscaba entrometimiento para balbucear sobre esto o aquello, como ahora suelen hacer las jóvenes y las ancianas: cuando se juntan, gobiernan y reforman con su habla toda la ciudad, calumnian al pueblo , quiere ejecutar cada casa.

Por lo tanto, si una mujer joven o vieja hoy en día es enérgica, es digna de todo honor. Pero rara vez se encuentra y es un pájaro raro. Cuando María, así, con la energía y la prisa características, terminó su viaje y llegó a la casa de Zacarías, saludó a Isabel, le dio el saludo de una querida pariente y amiga. Pero entonces sucedió un milagro. del Espíritu Santo produjo en el hijo nonato de Isabel un movimiento sobrenatural y gozoso, pues Juan, aún en este tiempo, estaba lleno del Espíritu Santo.

Y sobre Elisabeth el Espíritu actuó de manera milagrosa, llenándola con el don de adivinación y profecía. Sus palabras, por lo tanto, fueron una expresión desenfrenada bajo la influencia de un sentimiento incontenible. Su declaración es una fina muestra de poesía exaltada. Llama a María, la madre, bendita entre todas las mujeres, por la alta distinción que le ha sido conferida, y llama bienaventurado al niño que iba a nacer de ella.

¡La Madre más maravillosa del Hijo más maravilloso! El Espíritu profético la insta a desplegar el futuro. Se considera indigna de recibir en su modesto hogar a la madre de su Señor. Ella sabía que María iba a ser la madre del Mesías; ella sabía que su Señor nacería como un verdadero ser humano, y que su confianza en Él le traería la salvación. Ella fue una de las pocas en Israel que entendió las profecías acerca de la Simiente de la mujer, el Hijo de la virgen, en su sentido correcto.

Le cuenta a María los movimientos milagrosos que experimentó al escuchar la voz de su saludo. La declara feliz, en un estado de altísima felicidad, porque María había creído en el mensaje del ángel, porque las cosas que espera se cumplirán con seguridad. Fue una efusión de entusiasmo sublime lo que Isabel expresó aquí, y debe haber hecho mucho para fortalecer aún más la fe de María en el cumplimiento de la profecía acerca de su Hijo.

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