y deseando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; además, los perros venían y le lamían las llagas.

Aunque, para la lección de esta historia, es irrelevante si se trata de una parábola o del relato de un suceso real, como señala Lutero, sin embargo, la forma de presentación apunta a la corrección de la última suposición. La conexión entre esta narración y la conversación anterior es evidente. Los siervos de mamón, por su mal uso de los dones de Dios, por su mala aplicación de los fondos que se les han confiado, se ganan las torturas de la condenación.

Debe notarse el vívido contraste que recorre toda la descripción: Cierto hombre rico que tenía la costumbre de aparecer siempre con vestidos de la clase más costosa, púrpura y lino sedoso, que vivía espléndidamente y se entregaba por completo a las delicias de la fiesta. cada día; por otro lado, un hombre pobre, cuyo nombre, Lázaro (confianza en Dios), se ha conservado, viviendo en la sordidez de la mayor pobreza, acostado en la puerta de entrada de la hacienda del hombre rico, con sus ropas harapientas insuficientes para cubrirse. las úlceras que habían brotado en su cuerpo debido a las condiciones de vida insalubres y la alimentación inadecuada, satisfecho y ansioso por las sobras que se arrojaban de la mesa del hombre rico.

Los perros fueron más misericordiosos que los hombres que lo vieron en su miseria, porque al menos vinieron y lamieron sus úlceras. El uno vivía sólo para sí mismo y para los deleites y lujos del cuerpo. Pudo haber visto al mendigo que alguien había depositado en su puerta, al entrar y al salir, o al pasar en su elegante carruaje, pero no le prestó atención ni a su estado. Los hechos desagradables interfieren con el disfrute de la vida.

"Si miramos a este hombre rico según los frutos de la fe, encontramos un corazón y un árbol de incredulidad. Porque el Evangelio le reprende que todos los días vestía con suntuosidad y se vestía espléndidamente, todo lo cual la razón no considera un pecado extraordinariamente grande. Pero este rico no es reprendido porque tuvo manjares finos y vestidos espléndidos, porque muchos santos, reyes y reinas en otro tiempo vestían vestidos finos, como Salomón, Ester, David, Daniel y otros, sino porque puso su corazón en ello. , la buscó, se aferró a ella, la eligió, tuvo en ella toda su alegría, deseo y placer, y la convirtió en su ídolo”.

Continua dopo la pubblicità
Continua dopo la pubblicità