Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Mas el que persevere hasta el fin, ése será salvo.

No hay odio tan implacable e implacable como el que provoca la enemistad contra Cristo. Destruye las amistades más firmes, corta los lazos de los lazos de sangre más estrechos. Hermanos, padres, hijos no sólo se quedarán impasibles y verán sufrir a sus parientes más cercanos por causa de sus convicciones religiosas y cristianas, sino que se volverán lo suficientemente inhumanos para causar estos sufrimientos, para entregarlos en manos de las autoridades y causar ellos para ser condenados a muerte.

La historia tiene decenas de ejemplos, desde la época de los apóstoles hasta la época de la Inquisición, hasta el día de hoy. Es una característica indeleble del mundo y de sus hijos que odian la verdad del Evangelio, incluso en los momentos en que hablan de tolerancia y del valor del espíritu cristiano para la comunidad. Pero fíjate en dos factores que hacen que tales persecuciones no solo sean soportables, sino que bajo circunstancias sean bienvenidas: Caen sobre los creyentes por causa del nombre del Señor, y es un honor sufrir por Él, por Su causa; tienen una promesa gloriosa: El que persevere, que padezca con paciencia, hasta el fin, ése será salvo. Una recompensa de misericordia vendrá sobre él del tesoro ilimitado de su Señor, la salvación le será dada con gozo sin fin en el cielo.

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