Porque no consideraron el milagro de los panes; porque su corazón estaba endurecido.

A última hora de la tarde los discípulos habían salido de la orilla oriental, y cuando llegó la noche aún no habían cruzado el lago, porque se vieron obligados a luchar contra los vientos contrarios. Y Él solo estaba en la tierra. Él conocía su situación; Estuvo con ellos en cada centímetro del camino; pero Él no hizo nada para ayudarlos. A menudo es bueno para los creyentes ser azotados por vientos adversos de la vida. Sólo venciendo las dificultades y venciendo en los lugares difíciles se forma el carácter cristiano.

Hasta la cuarta vigilia de la noche, según el cómputo romano, entre las tres de la mañana y la salida del sol, oró, aunque el ojo de su omnisciencia y la tranquilidad de su omnipresencia estuvo con ellos durante todas estas horas. Pero ahora Él vino caminando sobre el agua como el hombre camina sobre tierra seca, Él, el Dueño de toda la creación, que puede hacer que todas las cosas sirvan a Su voluntad. Estaba a punto de pasar junto a la barca, cuando los discípulos lo vieron.

Y luego siguió un momento de pánico. La superstición, el miedo a los fantasmas y espectros, todavía vivía en sus corazones. Y así, la aparición inusitada de una figura humana que avanzaba a grandes zancadas sobre las olas los hizo llorar, maravillarse y temer. Pero Su voz detuvo el pánico y poco a poco trajo confianza a sus corazones. Luego trepó por el costado del bote hacia ellos, con lo cual el viento se detuvo de inmediato.

El efecto de este doble milagro sobre los discípulos, excitados como habían estado por el miedo, fue tal que casi los dejó sin sentido de asombro. Porque, como confiesa aquí el evangelista, sin duda por sugerencia de Pedro, el milagro de los panes no había sido comprendido por ellos, no había entrado en su corazón, se les había escapado su significado, y su corazón estaba aún lejos de estar en condición para aceptar, en su justo valor, los milagros del Señor.

De la misma manera, las grandes obras del Señor que pasan ante nosotros en las Escrituras a menudo no dejan en nuestros corazones la impresión que deberían; pero el Salvador tiene mucha paciencia con nosotros, renovando y repitiendo Su enseñanza hasta que entendamos.

Continua dopo la pubblicità
Continua dopo la pubblicità