Y se les apareció Elías con Moisés; y estaban hablando con Jesús.

Seis días, o después de un intervalo de seis días desde el día en que Jesús les dio a sus discípulos y al pueblo la lección solemne sobre el verdadero discipulado, agregó otro elemento de preparación para algunos de los que estaban en su vecindario inmediato. Él no llevó a todos Sus discípulos con Él en esta excursión, sino solo a Pedro, Santiago y Juan; como en otras ocasiones, estos tres hombres eran sus íntimos, sus discípulos de mayor confianza, capítulo 5:37; 14:33.

Los llevó a un lado, lejos del resto, y los llevó a una montaña alta donde estaban solos, sin nadie que interfiriera con su trabajo o cualquier otra intención. Si esta montaña o colina era el monte Hermón en la Cordillera del Líbano (9200 pies de altura), o el monte Tabor, en las cercanías de Nazaret, en Galilea (1000 pies de altura), no se puede determinar definitivamente a partir del texto. Muchos comentaristas prefieren esta última montaña porque se mencionó en una fecha muy temprana.

Pero ahora generalmente se permite la afirmación de que la fortaleza con sus soldados en esta montaña habría interferido con la revelación. Pero toda la cuestión no es una cuestión de fe. Es mejor que la gente no lo sepa con certeza, no sea que la superstición y la idolatría de los llamados lugares santos se extiendan más allá de todos los límites. El monte Hermón estaba cerca de Cesarea-Filipos, pero se podría haber llegado fácilmente al monte Tabor en un viaje de seis días.

En este alto monte que Jesús había escogido para esta demostración, fue cambiado, transformado, transfigurado ante los tres discípulos; Su cuerpo común y mortal fue cambiado a un cuerpo espiritual e inmortal, la espiritualidad transfundida al cuerpo ordinario, como dice un comentarista. No sólo Su cuerpo fue así transfigurado, sino que incluso Sus vestiduras participaron de este cambio peculiar. Se volvieron brillantes o centelleantes, cargados de luz, y tan blancos como la nieve que ningún limpiador o tintorero en la tierra habría sido capaz de producir una blancura tan absoluta.

Toda la aparición de Cristo fue de un esplendor indescriptible, mucho más aún que la de Moisés, después de haber hablado con Dios, 2 Corinzi 3:7 ; Esodo 34:29 Y estando los discípulos mirando a su Maestro con asombro y asombro, se les aparecieron, para que pudieran verlos y reconocerlos, Elías y Moisés, los cuales entonces tenían una conversación con Cristo acerca de Su glorificación, la cual fue aquí tipificado.

Moisés, el gran maestro de la Ley y profeta de Jehová, y Elías, el profeta que había sido tan celoso del honor del Dios de Israel, eran dignos representantes de la Antigua Alianza. Además, Moisés había muerto y había sido sepultado por la mano de Dios, el único que sabía dónde estaba situada su tumba, y Elías había sido llevado al cielo sin muerte por el Señor. Eran íntimos de Dios desde la antigüedad.

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