Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña; y lo que sea justo, eso recibiréis.

Consiguió encontrar algunos trabajadores de madrugada y pudo contratarlos para que pudieran ir a trabajar de inmediato, ya que la jornada laboral judía duraba desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Note bien: La palabra "contratar" se enfatiza en la parábola, ya que su punto es también resaltar la necesidad de estar activamente comprometido en el trabajo en el reino de Dios. Por un denario al día alquilaba el padre de familia a los obreros; ese era el salario diario habitual, unos quince centavos en moneda americana, aparentemente poco, hasta que se considera que el valor del dinero era mucho mayor en aquellos días que en la actualidad.

Los soldados romanos recibieron aún menos. El amo de casa y los trabajadores se ponían de acuerdo sobre la base de un centavo o denario; ofreció la suma y estuvieron de acuerdo, convirtiéndose así el contrato en vinculante para ambas partes. Como ahora estaban empleados por él, los envió a su viña. Tres horas después, el amo de casa partió de nuevo, a las nueve en punto. En la plaza del mercado, la plaza pública en el centro del pueblo, donde los trabajadores desocupados se reunían y esperaban que algún patrón los contratara, encontró a otros parados sin empleo.

Al contratar a estos hombres, no se estipuló una moneda o suma definida, siendo su promesa simplemente que haría lo correcto y justo por ellos; les daría lo que él consideraba salarios justos. También tú, dice; un buen número que había asegurado al comienzo del día, pero podría usar más para su beneficio. Estos hombres aceptaron las condiciones y salieron a trabajar en la viña. Al mediodía ya las tres de la tarde se repitió el mismo proceso, con el mismo contrato pactado de la misma forma.

Pero el último viaje de alquiler del día fue especialmente notable. Eran las cinco de la tarde cuando se hizo evidente que el trabajo a mano debía terminar esa misma noche y que un número suficiente de manos dispuestas podría realizar la tarea. Así que, una vez más, el maestro caminó hasta la plaza del mercado. Allí encontró a otros pacientes de pie. Estaban sin empleo, habían querido trabajo y no habían podido conseguirlo. Con toda la prisa posible los envía a su viña: Id también vosotros, aunque sea muy tarde. No especifica recompensa, ni salario. Voluntad y rapidez fueron esenciales.

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