Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no los moverán ni con un dedo.

El evangelista ha registrado aquí la denuncia más implacable y mordaz de la boca de Jesús de la que tenemos conocimiento. Es una acusación de maldad espiritual en lugares altos, un tratado sobre el uso y abuso de la Ley, que no tiene igual en los evangelios. Jesús dirigió este discurso al pueblo ya sus discípulos, aunque estaban presentes los escribas y los fariseos. Definitivamente se había alejado de estos enemigos desesperados, en cuyo caso cada nuevo esfuerzo por ganar su amor solo resultó en un odio mayor.

Él define su posición. Los escribas y fariseos anteriormente se sentaban en la cátedra de Moisés por mandato de Dios; ahora se sientan en el lugar de los maestros del pueblo por permiso divino. Aunque muchas de sus explicaciones del Antiguo Testamento eran insuficientes, inadecuadas, a veces incluso falsas, mantuvieron su oficio de maestros por el momento. “Porque Dios había instituido el oficio del sacerdocio levítico y el ministerio de la Palabra, para que el pueblo aprendiera los Diez Mandamientos dados por Moisés.

Toda la tribu de Levi fue ordenada para ese propósito, para esperar en las Sagradas Escrituras. Así llama el Señor a la cátedra de Moisés, es decir, al ministerio de la Palabra, que predicaran a Moisés. Él dice: Si escuchas la predicación, Esto lo han mandado la Ley y Moisés, entonces hazlo y obsérvalo, porque no es la palabra y obra de los fariseos, sino la de Dios y Moisés. "Si en este sentido ordenan y ordenan al pueblo algo que está claramente establecido en la Palabra de Dios, si usan su posición oficial y autoridad de manera apropiada y legal, enseñando y explicando la Ley y los profetas, entonces el pueblo debe haz exactamente según su doctrina, haz de la observancia de sus preceptos un hábito regular.

Pero la gente debe cuidarse de seguir su ejemplo, de modelar sus vidas según las obras hipócritas de estos líderes. Porque estaban lejos de practicar lo que predicaban y exhortaban. Ataron juntos, como haces de leña en un gran paquete, cargas dolorosas, y las pusieron sobre las espaldas de otras personas, pero ellos mismos no tenían ningún deseo de tocarlas ni con un solo dedo. Eran muy severos con los demás, pero muy indulgentes con ellos mismos.

Los múltiples preceptos y mandamientos que añadieron a la Ley de Moisés, con el orden expreso o implícito de que debían ser colocados y considerados al mismo nivel que los mandatos escritos del legislador, eran una carga intolerable, que eran muy cuidado de omitir de su propia vida privada.

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