y lo cortará en pedazos, y le pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.

El lado opuesto del cuadro: el sirviente que se aprovecha de la supuesta demora de su amo. Frívolamente, exultante, dice en su corazón: No hay peligro, el maestro tarda en llegar. La misma observación prueba que su trabajo es un mero servicio visual. Y esto lo confirma su comportamiento: jugar al tirano golpeando a sus compañeros esclavos, especialmente a los que están ansiosos por cumplir con su deber, complaciéndose en exceso en comer y beber con los que están dispuestos a unirse a él en su orgía.

Aquí la llegada inesperada del maestro trae la maldición y el castigo, una paliza despiadada y una condena a la suerte de los hipócritas, el calabozo con un remordimiento de llanto y crujir de dientes. El mismo destino aguarda a los falsos cristianos que abusan de la confianza de su Señor Jesucristo, retrasan el verdadero arrepentimiento, son despiadados en su trato con los demás, se unen a los hijos del mundo en todos los deseos y vicios de la carne, y tratan de consolar mismos con el pensamiento: El Día del Juicio aún no ha llegado.

Mientras el Señor recompensa a los verdaderos creyentes con la plenitud de Sus bendiciones celestiales y todas las riquezas de las mansiones de arriba, los falsos siervos serán condenados al tormento eterno en el infierno. Y no sin razón los comentaristas de todos los tiempos han hecho una aplicación especial de esta parábola a los ministros de la Palabra, sobre quienes recaen responsabilidades especiales. Cuanto mayor sea la confianza depositada por Dios en cualquier hombre, más exacto será el cómputo.

Resumen. Jesús anuncia la destrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén, con todas las señales que pretenden advertir a los creyentes; Él hace de esto un tipo de la venida al Juicio, que describe brevemente, añadiendo una ferviente amonestación para ser vigilantes y fieles.

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