Jueces 11:1-40

1 Jefté el galaadita era un guerrero valiente. Él era hijo de una mujer prostituta, y el padre de Jefté era Galaad.

2 Pero la mujer de Galaad también le había dado hijos, los cuales, cuando crecieron echaron a Jefté y le dijeron: “Tú no heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer”.

3 Entonces Jefté huyó de sus hermanos y habitó en la tierra de Tob. Y se juntaron con Jefté hombres ociosos que salían con él.

4 Aconteció después de un tiempo que los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel.

5 Y cuando los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron para traer a Jefté de la tierra de Tob.

6 Y dijeron a Jefté: — Ven y serás nuestro jefe, para que combatamos contra los hijos de Amón.

7 Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: — ¿No son ustedes los que me odiaron y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, vienen a mí ahora, cuando están en aflicción?

8 Los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: — Por esta misma razón volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros, y combatas contra los hijos de Amón y seas nuestro caudillo, el de todos los habitantes de Galaad.

9 Entonces Jefté dijo a los ancianos de Galaad: — Si me hacen volver para que combata contra los hijos de Amón, y el SEÑOR los entrega en mi mano, yo seré su caudillo.

10 Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: — El SEÑOR sea testigo entre nosotros, si no hacemos como tú dices.

11 Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Jefté repitió todas sus palabras delante del SEÑOR en Mizpa.

12 Jefté envió mensajeros al rey de los hijos de Amón, diciendo: “¿Qué hay entre tú y yo, para que vengas a hacerme la guerra en mi tierra?”.

13 Y el rey de los hijos de Amón respondió a los mensajeros de Jefté: “Que Israel tomó mi tierra cuando subía de Egipto, desde el Arnón hasta el Jaboc y el Jordán. Por eso, devuélvela ahora en paz”.

14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los hijos de Amón.

15 Y le dijeron: “Así ha dicho Jefté: Israel no tomó la tierra de Moab ni la tierra de los hijos de Amón.

16 Porque cuando subieron de Egipto, Israel fue por el desierto hasta el mar Rojo y llegó a Cades.

17 Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: ‘Por favor, déjame pasar por tu tierra’. Pero el rey de Edom no los escuchó. Envió también al rey de Moab, y él tampoco quiso. Por eso Israel se quedó en Cades.

18 Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab, acampó al otro lado del Arnón, sin entrar en el territorio de Moab, porque el Arnón era la frontera de Moab.

19 Entonces Israel envió mensajeros a Sejón rey de los amorreos, rey de Hesbón, y le dijo Israel: ‘Por favor, déjame pasar por tu tierra hasta mi lugar’.

20 Pero Sejón no se fio de Israel para darle paso por su territorio; sino que, reuniendo Sejón a toda su gente, acampó en Jahaz y combatió contra Israel.

21 Pero el SEÑOR Dios de Israel entregó a Sejón y a toda su gente en mano de Israel, que los derrotó. E Israel tomó posesión de toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquella región.

22 Y ellos tomaron posesión de todo el territorio de los amorreos desde el Arnón hasta el Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán.

23 Ahora pues, lo que el SEÑOR Dios de Israel quitó de los amorreos delante de su pueblo Israel, ¿vas a poseerlo tú?

24 ¿No poseerás tú lo que Quemós, tu dios, te haga poseer? Nosotros, pues, poseeremos todo lo que el SEÑOR nuestro Dios les quitó delante de nosotros.

25 Y ahora, ¿eres tú acaso en algún sentido mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Tuvo él pleito con Israel o hizo la guerra contra él?

26 Israel ha estado habitando trescientos años en Hesbón y sus aldeas, en Aroer y sus aldeas y en todas las ciudades que están junto al Arnón. ¿Por qué no las has recuperado en este tiempo?

27 Así que yo no he pecado contra ti, pero tú te comportas mal conmigo, haciéndome la guerra. Que el SEÑOR, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón”.

28 Sin embargo, el rey de los hijos de Amón no hizo caso del mensaje que Jefté le envió.

29 Entonces el Espíritu del SEÑOR vino sobre Jefté, quien pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa en Galaad, y de Mizpa en Galaad fue hacia los hijos de Amón.

30 Y Jefté hizo un voto al SEÑOR diciendo: “Si de veras entregas en mi mano a los hijos de Amón,

31 cualquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será del SEÑOR; y lo ofreceré en holocausto”.

32 Jefté fue hacia los hijos de Amón para combatir contra ellos, y el SEÑOR los entregó en su mano.

33 Él les causó una gran derrota desde Aroer hasta la entrada de Minit, veinte ciudades; y hasta Abel-queramim. Así fueron sometidos los hijos de Amón por los hijos de Israel.

34 Entonces Jefté llegó a su casa en Mizpa. Y he aquí que su hija salió a su encuentro con panderos y danzas. Ella era su única hija; aparte de ella no tenía hijo ni hija.

35 Y sucedió que cuando él la vio, rasgó sus ropas y dijo: — ¡Ay, hija mía! ¡De veras me has abatido y estás entre los que me afligen! Porque he abierto mi boca ante el SEÑOR y no podré retractarme.

36 Entonces ella le respondió: — Padre mío, puesto que has abierto tu boca ante el SEÑOR, haz conmigo de acuerdo con lo que salió de tu boca, ya que el SEÑOR ha hecho venganza contra tus enemigos, los hijos de Amón.

37 — Además dijo a su padre — : Que se me conceda esta petición: Déjame sola durante dos meses para que vaya y ande por los montes y llore mi virginidad, yo y mis compañeras.

38 Y él dijo: — Ve. La dejó ir por dos meses. Y ella se fue con sus compañeras por los montes, y lloró su virginidad.

39 Pasados los dos meses ella volvió a su padre, y él cumplió con ella el voto que había hecho. Ella no conoció varón.

40 De aquí proviene la costumbre en Israel de que año tras año las jóvenes de Israel van a entonar lamentos por la hija de Jefté el galaadita, cuatro días al año.

JEFTE.

1. Jephté—‘abridor”. hijo de una ramera—concubina, o extranjera; significando una clase inferior de matrimonio frecuente en Oriente. Sea cual sea el deshonor en cuanto a su nacimiento, su carácter noble y enérgico pronto le hicieron persona de importancia. al cual había engendrado Galaad—Parece que su padre pertenecía a la tribu de Manasés (1 Crónicas 7:14, 1 Crónicas 7:17).

2. No heredarás en la casa de nuestro padre—Como Había hijos de la esposa legítima, el hijo del matrimonio secundario no tenía derecho a parte alguna del patrimonio, y el título anterior de los otros era indisputable. Entonces, como los hermanos de Jefté parece que le dieron un trato rudo y violento, debe haber influído en ellos alguna mala voluntad secreta.

3. Jephté … habitó en tierra de Tob—Al norte de Galaad, más allá de la frontera del territorio hebreo (2 Samuel 10:6, 2 Samuel 10:8). juntáronse con él hombres ociosos—Ociosos, atrevidos, o desesperados. los cuales con él salían—Le seguían como a jefe militar. Llevaban una vida de saqueos, viviendo de las frecuentes incursiones entre los ammonitas y otras gentes vecinas, al estilo de muchos filibusteros de tiempos relativamente modernos. La misma clase de vida llevan muchos árabes y tártaros todavía, quienes como jefes de gavillas adquieren fama por sus aventuras peligrosas o galantes, y tal vida no se considera deshonrosa, mientras las expediciones se dirijan contra los que están fuera de la propia tribu o nación. La manera de vivir de Jefté era similar a la de David, cuando fué expulsado de la corte de Saúl.

4-11. LOS GALAADITAS PACTAN CON JEFTS.

4. después de días—A la vuelta de la estación. los hijos de Ammón hicieron guerra contra Israel—Habiendo preparado el terreno con la introducción de Jefté, el historiador sagrado sigue el hilo de su relato desde el cap. 10:17. Los ammonitas habían invadido el país, y eran inevitables las hostilidades activas.

5, 6. los ancianos de Galaad fueron para volver a Jephté—A él se dirigían todos los ojos como al único hombre poseído de las cualidades necesarias para la preservación del país en este tiempo de peligros amenazantes. Una comisión, pues, de los hombres principales, fué despachada desde el campamento hebreo en Mizpa, para pedir sus servicios.

7-9. Jephté respondió: ¿No me habéis vosotros aborrecido?—Primero les dió una recepción arrogante y fría. Es probable que haya visto a algunos de sus hermanos entre los comisionados. Jefté tenía ahora la oportunidad de poner sus propias condiciones al trato. Con su experiencia anterior, habría mostrado él poca sabiduría o prudencia, si hubiera aceptado el mando, sin comprometerlos clara y específicamente, a investirlo con autoridad absoluta, muy especialmente, porque él iba a exponer su vida por causa de ellos. Aunque la ambición hasta cierto grado debe haber estimulado su pronta aceptación, es imposible no tener en cuenta lo piadoso de su lenguaje, el cual produce una impresión favorable de que su vida errante en un ambiente de costumbres muy distintas a las nuestras, no era incompatible con los hábitos de la religión personal.

10, 11. Los ancianos de Galaad respondieron a Jephté: Jehová oiga entre nosotros—Siendo su ofrecimiento acompañado por el juramento más solemne, Jefté les intimó su aceptación de la misión y su voluntad de acompañarlos. Pero para estar “doblemente seguro”, él cuidó de que la promesa dada por los embajadores en Tob, fuera ratificada en una asamblea general del pueblo en Mizpa, y el lenguaje del historiador,—“Jephté habló todas sus palabras delante de Jehová”,—parece indicar que su instalación en el carácter y extraordinario oficio de Juez fué solemnizada por oración que pedía la bendición divina, y por alguna ceremonia religiosa.

12-28. SU EMBAJADA AL REY DE AMMON. Envió Jephté embajadores al rey de los Ammonitas—Este primer acto como juez refleja la bondad de su carácter. la prudencia, moderación, justicia y humanidad que lo caracterizaban. Los generales más valientes siempre han sido enemigos de la querra. Así Jefté, cuyo valor era indisputable, resolvió no sólo hacer aparecer claramente que las hostilidades le eran impuestas, sino también tentar medidas para evitar, si fuera posible, recurrir a las armas. Al seguir tal curso estaba obrando como era propio de un príncipe de Israel (Deuteronomio 20:10).

13. El rey de los Ammonitas respondió: Por cuanto Israel tomó mi tierra—(Véase Deuteronomio 2:19). El tema de la disputa fué la pretensión de derechos presentada por el monarca ammonita, a las tierras que estaban ocupando los israelitas. La contestación de Jefté fué clara, decidida e incontestable: primero, que aquellas tierras no estaban en posesión de los ammonitas cuando sus compatriotas las tomaron, y que habían sido adquiridas por derecho de conquista de parte de los amorreos; segundo, que los israelitas ahora, por an lapso de 300 años de posesión indisputada, habían establecido un derecho prescriptivo a la ocupación; tercero, que habiendo recibido la donación de ellas de parte de Jehová, sus conciudadanos estaban autorizados a mantener su derecho bajo el mismo principio que guió a los ammonitas al recibir de su dios Chemosh el territorio que ahora ocupaban. Esta declaración diplomática, tan admirable por su claridad y el poder de sus argumentos, terminó con una solemne petición a Dios de que mantuviera, por el resultado de los acontecimientos, la causa de la justicia y el derecho.

28. Mas el rey de los hijos de Ammón no atendió las razones—Sus reconverciones al agresor fueron desoídas, y siendo inevitable la guerra, se hicieron preparativos para una resistencia tenaz.

29, 30. EL VOTO DE JEFTE.

29. El espiritu de Jehová fué sobre Jephté—La sabiduría tranquila, su previsión sagaz y su energía irresistible que él pudo demostrar, eran promesa para él mismo y evidencia convincente a sus compatriotas de que él estaba capacitado con recursos superiores a los suyos personales, para los deberes importantes de su investidura. pasó por Galaad y Manasés—Las provincias más expuestas y en más peligro, con el propósito de levantar tropas y despertar con su presencia un amplio interés en la causa nacional. Volviendo al campamento en Mizpa, de allí empezó su marcha contra el enemigo, y allí hizo un voto célebre, de acuerdo con una costumbre antigua de que los generales, al principio de una guerra, o en vísperas de una batalla, ofrecieran a sus dioses una oblación costosa o dedicasen algún botín precioso, en caso de victoria. Los votos eran una costumbre común entre los israelitas. Eran alentados por la aprobación divina como motivadas por un espíritu de piedad y gratitud, y en la ley había reglas establecidas para su ejecución. Pero es difícil colocar el voto de Jefté dentro de los líimites legítimos (véase Levítico 27:28).

31. Cualquiera que me saliere a recibir de las puertas de mi casa—Esto evidentemente no indica un animal, porque habría podido ser un perro, el cual siendo impuro, no sería apto para ofrecer; sino indica persona. Parece que desde el principio, él pensaba en un sacrificio humano. Como había vivido más allá del Jordán. donde las tribus israelitas, lejos del tabernáculo. eran más relajadas en sus sentimientas religiosos, y últimamente en las fronteras de países paganos, donde eran comunes los sacrificios humanos, no es improbable que él fuera tan ignorante como para creer que semejante inmolación sería aceptable a Dios. Su mente absorta en la perspectiva de una contienda de cuyos resultados dependería la suerte de su patria, pudo haber considerado, por la influencia de las supersticiones, que la dedicación del objeto más caro a él, sería más apta para conseguir el éxito. será de Jehová, y le ofreceré en holocausto—La adopción de la segunda partícula “o”, que sugieren muchos intérpretes, introduce la alternativa importante, de que si fuera persona, la dedicación sería para el servicio del santuario; y si fuera animal o cosa, sería ofrecido sobre el altar.

32, 33. VENCE A LOS AMMONITAS.

32. Pasó Jephté a los hijos de Ammón … y Jehová los entregó en su mano—Los encontró y entabló batalla con ellos en Aroer, ciudad de la tribu de Dan, sobre e1 Arnón. Una victoria decisiva coronó las armas de Israel, y la persecución continuó hasta Abel (llanuras de los viñedos). de sur a norte, sobre una extensión de 96 kilómetros.

34. volviendo Jephté a Mizpa a su casa, he aquí que su hija le salió a recibir con adufes y danzas—El regreso del vencedor fué saludado, como de costumbre, con la alegre aclamación de una banda femenina (1 Samuel 18:6), cuya dirigente era la hija de Jefté. El voto estaba fresco en su mente, y es evidente que no había sido comunicado a nadie, de otra manera, se hubieran tomado precauciones para colocar otro objeto a su puerta. El grito y otros acompañamientos de pesar incontenible parecen indicar que su vida sería entregada como un sacrificio. La naturaleza del sacrificio (que era contraria al carácter de Dios) y la distancia del santuario, no bastan para invalidar esta idea, que el lenguaje y todo el tenor del relato claramente apoyan. Aunque el lapso de dos meses pudo haber proporcionado tiempo para la reflexión y para un sentido mejor de su deber, hay demasiados motivos para concluir con que él estaba impelido al cumplimiento de los dictados de una conciencia piadosa pero no iluminada.

Continúa después de la publicidad