Mateo 27:1-66

1 Al amanecer, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte.

2 Y después de atarlo, lo llevaron y lo entregaron al procurador Pilato.

3 Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: — Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: — ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo!

5 Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó.

6 Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: — No es lícito ponerlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

7 Y habiendo tomado acuerdo, compraron con ellas el campo del Alfarero, para sepultura de los extranjeros.

8 Por eso aquel campo se llama Campo de Sangre hasta el día de hoy.

9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según el precio fijado por los hijos de Israel;

10 y las dieron para el campo del Alfarero, como me ordenó el Señor.

11 Jesús estuvo de pie en presencia del procurador, y el procurador le preguntó diciendo: — ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le dijo: — Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, no respondió nada.

13 Entonces Pilato le dijo: — ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Él no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho.

15 En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran.

16 Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.

17 Estando ellos reunidos, Pilato les dijo: — ¿A cuál quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado.

19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él”.

20 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús.

21 Y respondiendo el procurador les dijo: — ¿A cuál de los dos quieren que les suelte? Ellos dijeron: — ¡A Barrabás!

22 Pilato les dijo: — ¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: — ¡Sea crucificado!

23 Y el procurador les dijo: — Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más fuerte diciendo: — ¡Sea crucificado!

24 Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada sino que solo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo: — ¡Yo soy inocente de la sangre de este! ¡Será asunto de ustedes!

25 Respondió todo el pueblo y dijo: — ¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!

26 Entonces les soltó a Barrabás y, después de haber azotado a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

27 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él.

28 Después de desnudarle, le echaron encima un manto de escarlata.

29 Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo: — ¡Viva, rey de los judíos!

30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.

31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y lo llevaron para crucificarle.

32 Mientras salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón. A este lo obligaron a cargar la cruz de Jesús.

33 Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa lugar de la Calavera,

34 le dieron a beber vino mezclado con ajenjo; pero cuando lo probó, no lo quiso beber.

35 Después de crucificarlo, repartieron sus vestidos, echando suertes.

36 Y sentados, le guardaban allí.

37 Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas

40 y diciendo: — Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!

41 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y decían:

42 — A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él!

43 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si lo quiere, porque dijo: “Soy Hijo de Dios”.

44 También los ladrones que estaban crucificados con él lo injuriaban de la misma manera.

45 Desde el medio día descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde.

46 Como a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo: — ¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani?, (esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?).

47 Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían: — Este hombre llama a Elías.

48 Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre y, poniéndola en una caña, le daba de beber.

49 Pero otros decían: — Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

50 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las rocas se partieron.

52 Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de hombres santos que habían muerto se levantaron;

53 y salidos de los sepulcros después de la resurrección de él, fueron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.

54 Y cuando el centurión y los que con él guardaban a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sucedido, temieron en gran manera y dijeron: — ¡Verdaderamente este era Hijo de Dios!

55 Estaban allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole.

56 Entre ellas se encontraban: María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús.

58 Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diera.

59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia

60 y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue.

61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

62 Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato

63 diciendo: — Señor, nos acordamos de que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: “Después de tres días resucitaré”.

64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: “Ha resucitado de los muertos”. Y el último fraude será peor que el primero.

65 Pilato les dijo: — Tienen tropas de guardia. Vayan y asegúrenlo como saben hacerlo.

66 Ellos fueron y, habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

JESUS ES LLEVADO ANTE PILATO—REMORDIMIENTO Y SUICIDIO DE JUDAS. (Pasajes paralelos, Marco 15:1; Lucas 23:1; Juan 18:28, etc.)

Jesús es Llevado ante Pilato (vv. 1, 2). Para su exposición, véase el comentario sobre Juan 18:28, etc.

Remordimiento y Suicidio de Judas (vv. 3-10). Esta porción es peculiar al evangelio de Mateo. Para el progreso del sentimiento de culpa del traidor, véanse los comentatarios sobre Marco 14:1 y Juan 13:21.

3. Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado—La condenación de Jesús, aunque no era inesperada, bien podría haberlo llenado de horror. Pero tal vez este hombre infeliz esperaba que, mientras que él recibía el dinero del soborno, el Señor se escaparia milagrosamente de entre las manos de sus enemigos, así como lo había hecho algunas veces antes. Si pensaba de esta manera, su remordimiento debió haber sido más agudo. volvió arrepentido—pero como el resultado tristemente lo manifiesta, en lugar de haber experimentado un arrepentimiento genuino, éste fué semejante al “dolor del siglo” que “obra muerte” (2 Corintios 7:10). volvió … las treinta piezas de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos—Esta es una ilustración notable del poder de una conciencia despertada. Hacía corto tiempo, la promesa de este dinero sórdido fué tentación suficiente a su corazón codicioso para sobrepujar las obligaciones más abrumadoras del deber y del amor; ahora, la posesión del mismo le azota tanto que no puede hacer uso de él, ni aun tenerlo.

4. Diciendo: Yo he pecado entregando la sangre inocente—¡Qué testimonio en favor de Jesús! Judas había estado con él en todas las circunstancias durante tres años; su puesto, como tesorero de Jesús y los Doce (Juan 12:6), le había proporcionado oportunidades peculiares para observar el espíritu, la disposición y los hábitos de su Maestro; mientras que su naturaleza codiciosa y prácticas propias de ladrón le inclinarían a interpretaciones obscuras y sospechosas, más bien que francas y generosas, de todo cuanto Jesús decía y hacía. Si Judas, pues, hubiera podido echar mano de un solo aspecto cuestionable en todo lo que él había contemplado durante tanto tiempo, podemos estar seguros de que nunca se habría escapado de sus labios una exclamación como ésta, ni hubiera sido impelido a tal grado por el remordimiento, y hubiera podido retener el dinero y sobrevivir su crimen. Mas ellos dijeron: ¿Qué se nos da a nosotros? Viéraslo tú—“Que sea culpable o inocente, no nos importa. Ahora ya lo tenemos en nuestro poder. ¡Fuera!” ¿Podían haberse pronunciado jamás palabras tan infernales?

5. Y arrojando las piezas de plata—La contestación sarcástica y diabólica que él recibió, en lugar de hallar la simpatía que tal vez esperaba, profundizó su remordimiento hasta la agonía. en el templo—en el templo propio, llamado comúnmente “el santuario”, o “el lugar santo”, en el cual sólo los sacerdotes podían entrar. ¿Cómo ha de explicarse esto? Tal vez él arrojó el dinero tras los sacerdotes que estaban en el templo, sin en trar él mismo. Pero así fueron cumplidas las palabras del profeta: “Y tomé las treinta piezas de plata, y “echélas en la casa de Jehová al tesorero” (Malaquías 11:13). partióse; y fué, y se ahorcó—Véase, para conocer los detalles, el comentario sobre Hechos 1:18.

6. Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de los dones—“el Corbán”, la caja que contenía el dinero dedicado a usos sagrados (Véase el comentario sobre el cap. 15:5)—porque es precio de sangre—¡Qué escrupulosos son ahora! Pero aquellos escrúpulos puntillosos hicieron que ellos inconscientemente cumpliesen las Escrituras.

9. Entonces se cumplió lo que fué dicho por el profeta Jeremías, que dijo—(Malaquías 11:12). Nunca fué una profecía tan complicada que de otra manera hubiera quedado obscura y sin esperanza, cumplida más maravillosamente. Se han presentado varias suposiciones para explicar cómo fué que Mateo atribuyera a Jeremías una profecía hallada en el libro de Zacarías. Pero como con este libro Mateo estaba muy familiarizado, habiendo citado una de sus profecías más importantes acerca de Cristo sólo un poco más arriba (cap. 21:4, 5), la cuestión tiene más interés crítico que verdadera importancia. Tal vez la verdadera explicación es la siguiente, la cual fué tomada de los escritos de Lightfoot: “Jeremías antiguamente ocupaba el primer lugar y por esto se menciona sólo a él en el cap. 16:14 y como era el primero en el tomo de los profetas (como sabemos por el erudito David Kimchi), siempre se mencionaba a él primero. Cuando Mateo, pues, presenta un versículo de Zacarías atribuyéndolo a Jeremías, sólo cita las palabras del tomo de los profetas bajo el nombre del que estaba primero en el tomo de los profetas. A esta categoría pertenece una sentencia de nuestro Salvador (Lucas 24:44): “que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos” ya que en el Libro de “Hagiógrafa”, los Salmos fueron puestos en primer lugar”.

11-26. JESUS ES LLEVADO OTRA VEZ ANTE PILATO—ESTE TRATA DE SOLTARLO, PERO AL FIN LO ENTREGA PARA SER CRUCIFICADO. (Pasajes paralelos, Marco 15:1; Lucas 23:1; Juan 18:28). Para su exposición, véanse los comentarios sobre Lucas 23:1 y Juan 18:28.

27-33. JESUS, DESDEÑOSA Y CRUELMENTE TRATADO POR LOS SOLDADOS, ES LLEVADO A SER CRUCIFICADO. (Pasajes paralelos, Marco 15:16; Lucas 23:26; Juan 19:2, Juan 19:17). Para su exposición, véase el comentario sobre Marco 15:16.

34-50. LA CRUCIFIXION Y MUERTE DEL SEÑOR JESUS. (Pasajes paralelos, Marco 15:25; Lucas 23:33; Juan 19:18). Para su exposición, véase el comentario sobre Juan 19:18.

51-66. LAS SEÑALES Y CIRCUNSTANCIAS QUE SIGUEN A LA MUERTE DE CRISTO—EL SEÑOR ES BAJADO DE LA CRUZ Y SEPULTADO—SU SEPULCRO ES VIGILADO. (Pasajes paralelos, Marco 15:38; Lucas 23:47; Juan 19:31).

El Velo Rasgado (v. 51).

51. Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo—Este era el velo grueso y esplendorosamente labrado que colgaba entre el “lugar santo” y “el lugar santísimo”, excluyendo toda entrada a la presencia de Dios, quien se manifestaba “sobre la cubierta, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio” (Éxodo 25:22), “dando en esto a entender el Espíritu Santo, que aun no estaba descubierto el camino para el santuario” (Hebreos 9:8). A este lugar santísimo ninguno podía entrar, ni aun el sumo sacerdote, quien sólo entraba una vez al año en el gran día de la expiación, y entonces sólo con la sangre de la expiación en sus manos, la cual rociaba “hacia la cubierta siete veces” (Levítico 16:14), para dar a entender que la entrada para los pecadores a un Dios santo se obtiene sólo por la sangre de la expiación. Pero como no tenían sino la sangre de toros y cabritos, la cual no podía quitar los pecados (Hebreos 10:4) durante todas las largas edades que antecedieron a la muerte de Cristo, permanecía este velo grueso en su lugar; continuaba derramándose la sangre de toros y cabritos, y una vez por año la entrada a la presencia de Dios, por medio de un sacrificio expiatorio, era permitida en figura, o más bien, era representada dramáticamente en estos actos simbólicos, y nada más. Pero ahora, habiendo sido provisto el único Sacrificio expiatorio en la sangre preciosa de Cristo, la entrada a este Dios santo no podía ser negada más; y por esto, en el momento en que la Víctima expiró sobre el altar del Calvario, aquel velo grueso, que por muchas edades había sido el espantoso símbolo de la separación entre Dios y los hombres culpables, sin que lo tocara mano humana, “se rompió en dos, de alto a bajo”, misteriosamente, “dando en esto a entender el Espíritu Santo”, que AHORA está “descubierto el camino para el santuario” ¡Cuán enfática la palabra, “de alto a bajo” como diciendo: “Venid resueltamente ahora al trono de la Gracia: el velo está del todo quitado; el propiciatorio está accesible a la mirada de los pecadores, y el camino a él está rociado por la sangre de Aquel que “por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios”! (Hebreos 9:14) Antes, el entrar allí se castigaba por la muerte; ahora, el quedarse fuera, significa la misma muerte. Véase más sobre este tema glorioso en el comentario sobre Hebreos 10:19.

Un Terremoto - Las Rocas Hendidas - Los Sepulcros Abiertos, para que Pudieran Salir los Santos que Dormían en Ellos, después de la Resurrección de su Señor. (vv. 51-53)

51. y la tierra tembló—Por lo que sigue, parecería que aquel terremoto fué local, teniendo por objeto hendir las rocas y abrir los sepulcros. y las piedras se hendieron—La creacion física estaba proclamando sublimemente, al mandato de su Hacedor, la conmoción por la cual estaba pasando el mundo moral, en el momento más crítico de toda su historia. Roturas y grietas extraordinarias aun pueden ser vistas en las rocas que se hallan cerca de este lugar.

52. Y abriéronse los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron—Estos santos dormidos (véase la nota sobre 1 Tesalonicenses 4:14) eran creyentes del tiempo del Antiguo Testamento, quienes, según la puntuación usual en nuestra versión fueron vueltos a la vida en el momento de la muerte de nuestro Señor, mas quedaron en sus sepulcros hasta la resurrección de él, cuando salieron. Pero es mucho más natural, según pensamos, y consonante con otros pasajes bíblicos, entender que sólo las sepulturas fueron abiertas, probablemente por el terremoto, al morir nuestro Señor, y esto sólo como preparación para la salida subsiguiente de los que dormían en ellas, cuando el Espíritu de vida entrara en ellos por su Señor resucitado, y junto con él salieran como trofeos de su victoria sobre la tumba. Así, al abrirse los sepulcros en el momento que expiraba el Redentor, fué hecha una proclamación simbólica gloriosa de que la muerte que acababa de efectuarse había “sorbida a la muerte con victoria”; (1 Corintios 15:54) y ya que los santos que dormían en ellos podían ser despertados sólo por su Señor resucitado para acompañarlo en su salida de la tumba, era propio que “el Autor de la vida” (Hechos 3:15) fuese el primero en resucitar de entre los muertos (Hechos 26:23; 1 Corintios 15:20, 1 Corintios 15:23; Colosenses 1:18; Apocalipsis 1:5).

53. vinieron a la santa ciudad—aquella ciudad donde había sido condenado aquél en virtud de cuya resurrección ellos ahora estaban vivos—y aparecieron a muchos—para que hubiese evidencia innegable de la resurrección de ellos, y por medio de ésta, evidencia de la resurrección de su Señor también. Así que como no fué considerado propio que el apareciera otra vez en Jerusalén, salvo a sus discípulos, fué hecha provisión para que el hecho de la resurrección no fuese dejado en duda. Debe notarse, sin embargo, que la resurrección de aquellos santos dormidos no fué como la del hijo de la viuda de Naín, de la hija de Jairo, de Lázaro y del hombre que “revivió, y levantóse sobre sus pies”, cuando su cuerpo muerto tocó los huesos de Elieso (2 Reyes 13:21), las que fueron meras revocaciones temporales del espíritu alejado, al cuerpo mortal, para ser seguidas por una separación final del cuerpo, hasta el toque de “la final trompeta.” (1 Corintios 1:52). Pero ésta fué una resurrección una vez por todas, a vida eterna; y así no hay lugar para dudar de que ellos fueron a la gloria con su Señor, como trofeos brillantes de la victoria de él sobre la muerte.

El Testimonio del Centurión (v. 54).

54. Y el centurión—el superintendente militar de la ejecución—y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto—o más bien, al sentir y ver sus efectos—y las cosas que habían sido hechas—refiriéndose a toda la transacción en contra de Cristo.—temieron en gran manera—convencidos de la presencia de la Mano Divina—diciendo: Verdaderamente Hijo de Dios era éste—No puede haber duda de que esta expresión fué hecha en el sentido judaico, y que se refiere a la declaración que había hecho Jesús de que él era el Hijo de Dios, y de la cual su condena expresamente dependía. El sentido, pues de esta expresión, es que estaban convencidos de que Jesús era lo que profesaba ser; en otras palabras, que no era un impostor. No hay lugar para un término medio entre estas dos creencias. Véase también el comentario sobre el testimonio del ladrón penitente: “mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23:41).

Las Mujeres de Galilea (vv. 55, 56).

55. Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido de Galilea a Jesús, sirviéndole—Así como estas buenas mujeres habían ministrado a Jesús durante sus gloriosos viajes misioneros en Galilea (véase el comentario sobre Lucas 8:1), parece, por este pasaje que ellas lo acompañaron y ministraron a sus necesidades desde Galilea en su viaje final a Jerusalén.

56. Entre las cuales estaban María Magdalena—(Véase la nota sobre Lucas 8:2)—y María la madre de Jacobo y de José—la esposa de Cleofas, o más bien Clopas, y hermana de María, madre de Jesús (Juan 19:25). Véase el comentario sobre el cap. 13:55, 56. y la madre de los hijos de Zebedeo—es decir, Salomé; compárese con Marco 15:40. Todo esto se menciona acerca de las mujeres por lo que después ha de ser relatado acerca de que compraban especias con qué embalsamar el cuerpo del Señor. [Más probable es que hubiese cuatro mujeres al pie de la cruz (Juan 19:25). La hermana de la madre del Señor sería Salomé, a quien Juan no nombra por ser ella madre suya. Los dos hijos de la otra María y Cleopas no son los supuestos “primos de Jesús”. Otro Jacobo y otro José con Judas y Simón eran hijos de Maria y José y hermanos uterinos de Jesús (Mateo 13:55). Nota del Trad.].

El Descenso de la Cruz y la Sepultura del Cuerpo de Jesús. (vv. 57-60). Para la exposición de esta porción, véase el comentario sobre Juan 19:38.

Las Mujeres Van al Lugar Donde es Sepultado su Maestro Para Poder Reconocerlo al ir a Ungir el Cuerpo (v. 61).

61. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María—“la madre de Jacobo y José”, mencionada antes (v. 56)—sentadas delante del sepulcro—Véase el comentario sobre Marco 16:1.

El Sepulcro Guardado (vv. 62-66).

62. Y el siguiente día, que es después de la preparación—es decir, después de las seis de la tarde de nuestro sábado (las dieciocho horas, según la notación de algunos países). La crucifixión fué ejecutada el dia viernes, y terminó un poco antes de la puesta del sol, cuando empezaba el día de descanso de los judíos; y aquel sábado “era el gran día del sábado” (Juan 19:31), siendo el primer día de la fiesta de los panes ázimos. Como el día viernes terminaba a las seis de la tarde, ellos se apresuraron a cumplir su misión.

63. Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador—Nunca, dice Bengel, encontramos que los dirigentes del pueblo llamen a Jesús por su nombre propio. Sin embargo, aquí se revela cierta inquietud, la cual uno casi creería que ellos trataban de extinguir en su propia mente y en la mente de Pilato, en caso de que él tuviera alguna sospecha de haber obrado mal al acceder a la voluntad de ellos.—dijo, viviendo aún—Este es un testimonio importante pronunciado por los labios de sus enemigos más acérrimos, el cual prueba la realidad de la muerte de Cristo, que es la piedra fundamental de la religión cristiana. Después de tres días—Esta expresión. según la manera acostumbrada judaica de calcular, significa: “después del comienzo del tercer día”. resucitaré—lit., “resucito”, en tiempo presente: informando así no sólo el hecho de que esta predicción de Cristo había llegado a oídos de ellos, sino que ellos entendían que Jesús esperaba confiadamente que sucedería en el día que él había mencionado.

64. Manda, pues, que se asegure el sepulcro—por una guardia romana—hasta el día tercero—después del cual, si él todavía quedaba en el sepulcro, la falsedad de sus pretensiones sería evidente a todos—porque … y digan al pueblo: Resucitó de los muertos—¿ Temían ellos esto en realidad?—Y será el postrer error peor que el primero—la impostura de su resurrección fingida sería peor que la de su pretendida misión mesiánica.

65. Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia—Los guardas ya habían obrado bajo las órdenes del Sanedrín, con el consentimiento de Pilato; pero probablemente los judíos no entendían claramente si debían usarlos para velar el sepulcro durante la noche sin autorización expresa de Pilato. id, aseguradlo como sabéis—o en la forma que creáis más segura. Aunque no se dejara sentir ironía en su discurso, evidentemente insinuaba que, si los resultados no eran de acuerdo con sus deseos, no sería por falta de recursos humanos para evitarlo.

66. Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra—la que, según Marcos (Juan 16:4), era “muy grande”—con la guardia—para que lo vigilasen. ¿Qué más podrían hacer los hombres? Pero mientras ellos tratan de impedir la resurrección del “Autor de la Vida”, Dios hace uso de las precauciones de ellos para los propios fines de él. El sepulcro de piedra, asegurado con sellos, conservaría los restos del Hijo de Dios, libres de toda indignidad, en reposo tranquilo, sublime; mientras que los centinelas serían su guardia de honor hasta que llegasen los ángeles a ocupar el lugar de los soldados.

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